11 de junio de 2016

Con asombro, Dios les está colgando el teléfono


Imagen: Collage: Alfombra de pieza humana


Con asombro, Dios les está colgando el teléfono


Estoy tratando en esta mañana de pasar un recado. Un recado sencillo que no es igual a simple. El sol salió radiante, aunque el viento no ha dejado de traer mensajes y muy fuerte, día y noche está presente, dándonos una limpieza sobre otra marcando las huellas de un paso mayor. El viento sobre el agua, o mejor el agua sobre el viento en este día sin tormentas. Los árboles están vivos, los pájaros han regresado y abrazan la casa con sus diversos cantos, esto me asombra, ya que observo, su respirar alegría, quizás se sientan bien por estos lares, sabiéndose escuchados. Muy de veras la capacidad de asombro debe mantenerse. Hay cambios, hay mucho de por dar, por continuar.

Por otros lares, me asombro a ver un río con una nerviosa alfombra de petróleo, cambiando el color de los peces; me asombro de ver el agua potable cada día más contaminada, mucho más carente. La agresividad contra la natura es irresponsable, no nada más por un suceso, que no sabemos desde cuando está sucediendo, eso me preocupa, me preocupa porque Dios les está colgando el teléfono a aquellos sintiéndose sobrehumanos, creyéndose reencarnaciones de los entes de esta misma tierra, confundiendo las peticiones del pueblo, los hijos del pueblo arrastrados por su inconsciencia.

Hay que hacer algo, hay que ser responsables, aunque el viento siga trayendo un clima agradable por estos lares. No es merecido para un pueblo tanta carencia, tanta espera por resolver este problema; problema que traerá consecuencias en el presente. Digo presente por las necesidades básicas, las que se reclaman a diario en todos los terruños de esta nación.

Dicen por allí, que esto no es cultura, que esto es política, cuando uno escribe o asoma temas muy puntuales de lo cotidiano, siento ese más allá, siento la pérdida por lo ecológico como parte de un universo, preñado de ruegos constantes, es un no acostumbrarse a vivir con escasez, eso nos debe perturbar a todos. Nos hace más vulnerable frente a la indefensa naturaleza, de lo silvestre armónico cuando lo verde es un sinfín de tierra para la palabra. 

Necesitamos de ella, necesitamos de su conciencia trasformadora, regenerativa, dando ejemplos de seguir de pie como ese árbol arropando la casa de mi vecina, y cada día se siente protegido por ella. Sus diálogos con sus plantas, se pueden escuchar, por eso siento la sabiduría del arropar su casa. Como dicen afecto con afecto se paga. En sus infinitas ramas se aclimata la continuidad de vida, al ver nacer aves de distintas especies, algunas emigrantes, rodeado de mariposas. Eso da gusto, porque ese árbol, es símbolo dando una lectura de que todos somos vitales, esencia para trasmutar el aliento, aunque sea en una manzana de este espacio.

Hay tiempos para construir, para sembrar, para recolectar. No es tiempo de talar, no es tiempo de seguir matando a lo que realmente nos da vida, menos la vida misma que tiene un compromiso de rescate de los valores morales, de su entorno. Debe haber conciencia trasformadora, dar un ejemplo, porque aún estamos a tiempo.

La naturaleza es parte de una gran lectura ancestral, por donde muchos escritores han dejado muestra de unificación con la natura, bautizando un lugar sin empañar sus misterios, tradiciones, llevándolos a ser universal como Enriqueta Arvelo Larriva: “Háblame ahora, llano. / Llegará a mi raíz tu voz sin grietas. /Siento mis oídos más míos cuando escuchan tu mundo. / Dime, Llano, lo que en ti vaya más tierno.”, o Vicente Gerbasi: “Encienden luciérnagas en mi sombra /y se miran en el fondo de los ojos/donde duerme un pequeño venado”. Ya no se ven las luciérnagas como antes en las plazas, en los patios, en los montes, para extasiarnos con su magia de Vuelta a casa de Ramón Palomares, el encanto del llamado lo encuentro al abrirlo: Qué luciérnagas Qué ensalmos la aguardan. / De verdad se habrá ido en un ferry pálido/ su belleza de irradiante granada /.

Con asombro, hoy hay más pájaros cantando desde temprano, estoy viendo a un colibrí en el patio de la casa diciéndome, -seguir danzando en la belleza-. Me agradaría mostrárselos a mis nietos, ver su cara de sorpresa, igual, cuando Fabiano vio las mariposas en esta casa, los de la vecina dando vueltas, volando con ellas con asombro de su gran hallazgo, lleno de alegría.




Milagro Haack
De Recados menores.

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"La poesía cruza la tierra sola,
apoya su voz en el dolor del mundo
y nada pide
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"y una palabra antigua me crece como hierba olorosa en la boca…”
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