5 de enero de 2017

La pared de algún cuarto





La  pared de algún cuarto





“Para ella, es como si mil rejas hubiera
y detrás de las mil rejas ningún mundo.”
Rainer Maria Rilke






Los días caminan de una habitación a otra, sin darse cuenta del reloj bien sellado a la pared de algún cuarto inscrito en la memoria de las siguientes horas, días,  años.  Así se inicia la lectura, una lectura trenzando la hebra, nutriendo el llanto, mas, eso, no se puede nombrar, hay que seguir detrás del viento, de la puerta, escuchar muy lejos la ruega sombra, por los cuartos vestidos de blanco. ¿Por qué, no miran el segundero perdido en la doble vida de cada uno?


Ya no hay calma, todos los días son un sobresalto, ya no se puede decir vida, porque hay que buscarla en algún supermercado, farmacia, o cualquier lugar dejando los pies llenos de calambres, y lo más irónico, es no saber cómo permanecer sobre esta columna de entes, sin mirarlas, sin sentir su desconfianza. Igual, ya es un pensamiento generado, un pensamiento, no compartido, por ello regreso a la página, al párrafo dentro de los mismos ojos. Aun así, no comprendo del todo, la necesidad de descansar, sabiendo que no llevo ninguna cruz a cuesta. Estás en lo cierto, no te equivoques, has trasmutado cada segundo mal vivido, por algo que te empuja hacia ese barco de papel, donde construyes la puerta, lo abierto, esperando la otra vida. Si es muy cierto, aunque tengas tus metas, la época pareciera tragarte, mientras lo individual entra a las casas.

Ya no existen hogares, existen habitaciones, donde cada vecino se encierra en sus problemas, desterrando alguna ayuda, alguna fuerza de fe, por la amargura… Qué dolor, no mirar hacia adentro, te imaginas esta nueva generación, sus valores, sus frustraciones, sus derrotas.  Qué se hizo para encerrarlos en un mundo virtual, perdiéndose como extraños dentro de su propia familia. Vaya de eso leeremos. No de los cambios de lugares, de ser víctima – victimario. Roles muy bien ajustados por estos tiempos, y para completar se pierde la cordura con mucha facilidad, la gente se muere sola por su boca. Siempre hay muchos que tenga un arma y apagan la luz por imprudencia y no por miedo. Somos entonces, asesinos de todo lo viviente.  Sí, es una pregunta, te digo sin que me quede nada por dentro, en efecto, somos unos asesinos de todo derecho a la vida, esa, con los valores sociales, culturales, las necesidades básicas para tener una vida saludable, menos estresante.
Bien ese era el tema. No, eso es el pan de casa día. El tema tiene ramificaciones, todo va hacia el despojo de lo humano, así, no se puede renacer en propia tierra, menos, extraer, esa furia desatada por todos los rincones, y a eso, si le temo, porque ya estoy viviendo como se dice – horas de sobra -. 
Deja mujer, siempre sales con un pesimismo, hay que ser positiva. De verdad, eso lo dicen los políticos, ellos, ni siguieran saben que han perdido el poder, el pueblo calla, padece, sólo los más arriesgados van preso. Jóvenes, muchachos, pierden su juventud, su realidad es muy distinta a nuestra. Bueno la bruja eres tú, así, no se puede, ahora dime, qué es lo que guardas detrás de cada instante dentro de la nube reflejándose en el río.  

Voy al núcleo, vuelvo a sentir la pared, escucho el llanto, repitiendo una frase - por qué, por qué lo haces, por qué. Siempre le contesto en pensamiento lo mismo, no hay que sufrir por algo que no se comprende.  Pero mejor me voy más atrás, recordarle, cuántas veces salió corriendo de alguna responsabilidad, mientras, su “alguien”, penaba, se consumía en cada cigarro matando la ansiedad de no tener “al amor de su vida”.
Vaya locura, el amor, es otra cosa, es algo compartido, no es sólo sexo, o sufrir, sufrir desgarrándose el corazón, golpeándose el cuerpo, mientras grita -soy una estúpida por caer de nuevo…-
Me suena a una telenovela que ve mi hermana, la cual compartí con ella, por cosas de la vida cuando me dio una isquemia cerebral, y por supuesto, pasé algunos días en una clínica.  
Pude sentir el arte de la que vive en el otro cuarto. La que algunas veces cambia de papel,  se vuelve noble, tierna, y en la otra habitación,  el villano, deja la palidez de su rostro, el desgano en su andar, para charlar muy bajito, como para sí mismo, como planeando algo, y me pregunto, qué diría el director de todos los roles de sus personajes por este universo.

¿Dices Dios?

Quién más. Él escucha todo, sólo soy su oyente, su catador de imágenes. 

Ya han finalizado las novelas que retocaba con mi hermana, como señalaba mi abuela el mismo musió con diferente cachucha. Se cambia el personaje, pero la trama es la misma. Desde afuera, siento, que desean atarme a ese reloj detenido por el primer golpe en una boca sobre la nada, dándole la espalda a la convivencia.

¿Pero con eso cohabitas todos los días? ¿Les has charlado sobre la tolerancia, sobre los patrones adquiridos de sus otras relaciones?


No, no abren la puerta, están cegados en tener la razón cada uno, opacando al otro, y muy de veras, pierden el instante mágico vivido. Ninguno, sabe que están dando giros dentro de los círculos, sobre los mismos atolladeros desde que se conocieron. He escuchado  freses coherentes, como si la luz de repente alumbra la mente, pero luego, vuelven por días ciegos, caen en un desprecio no vislumbrado. Bueno, quizás sea parte de todo el entorno, eso afecta, no crees que sea así.

Hay detalles, que debieron terminar hace años, nunca se debe caer tan estacionario. Los días se van, son irrecuperables, reflexionar sería algo digno de un ser que inicia un diálogo con otros entres, sin agredirse a sí mismo. Eso pasa, en todos los aspectos, todos tenemos responsabilidades y no la subimos a nuestros hombros.
Te comprendo, siempre esperan que el otro, el de afuera, recoja nuestra carga, se la lleve para algún planeta. Ni lo digas, es lo que nos falta que hasta Dios venga y nos diga: no les dije a ustedes, “ayúdense que yo los ayudaré”. Esta bueno eso. Dejemos el cosmos en su lugar, sin embargo, pienso, “como es abajo, es arriba”, o al revés. Sí, lo otro es “si el Universo es mental yo soy mental”. Bien, muy bien úsalo para los buenos piensos. Es muy noble, las lecturas que despejan el alma. Quizás, El Todo, regrese la calma a lo que está arriba, y deje caer el manto para la espera más larga, nuestra espera de cambios, de cordura frente a lo ingrato de esta época. 

¿Y los del otro cuarto? 
Bueno, esos procesos sólo se leen, se guardan, luego, dirán, cómo perdí la mejor etapa de mi existencia, como una mala lectura, no sabes qué hacer con el libro, ni regalarlo puedes. No se puede contagiar a los nobles lectores diarios. Después, el reloj volverá a ser camino, las habitaciones se llenaran de claridad. Todo volverá a no ser repetitivo, espero verlo. Yo también.


¿Vas a finalizar este diálogo?

Sí, pero antes, debo hacer algo para salir por siempre de este vicio contagioso, irme de viaje. Por favor, te lo dicto, mientras me asomo, virando como ellos…


Vuelo hacia el otro lado, escucho palabras cambiantes, dejo de leer,  me coloco la voz de ese ser que cada tres días grita la misma continuidad de ser los dos a la vez, hoy te toca a ti, “te vas, te vas, por mí, te puedes meter en un hueco y quedarte allí enterrada (o) para siempre”.

Por los clavos de Cristo, se debe restituir otra oración, es absurdo, cada día caen, dan vueltas, se cambian de terreno, pasan al otro cuarto, dejan el reloj, no lo miran, cuando está saliendo el sol, por esta esquina, donde me siento a mirar la tarde, antes de que lleguen, con su trama de amor-odio, cambios de protagonistas, incluyan otras locuras, la noche con las noticias, la gente haciendo colas interminables para no encontrar nada, sólo ronda la muerte. Mejor veo llegar la luna, está muy grande, con un color cobrizo, me entra el deseo de leer otros universos, otras puertas, pero, un pensamiento, uno sólo, va poseyendo todo: la imagen de las horas, la plenitud de la noche, mortificando el alma de la calle, el mutismo de la hoja que va cayendo lentamente, se queda en pausa esperando el viento, para que la lleve lejos, y volverse polvo para no regresar de nuevo a los días, mirando el paso de una habitación a otra, tratando de moverse con el tiempo detenido en el reloj, bien sellado a la pared de algún cuarto.




Milagro Haack.
Recados menores

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