Ilustración de Carlos Yusti
Me voy temprano
Gracias,
Arnaldo Varela Guerra
“Sólo para nosotros
Viven
todas las cosas bajo el Sol.”
Vicente
Huidobro
Nos encontramos en una
encrucijada. Digo nos encontramos, porque no hay tiempo ni espacio dentro de
este continuar. Hay instantes en la vida donde tienes que poner en una balanza
todo lo hecho y lo dejado por hacer. La reflexión de recados menores podría
resumirse en pocas palabras, sin embargo, las mismas palabras conducen a un
sinfín de lecturas diarias. No hay tiempo para detenerse y regresar con las manos
vacías. Todo es un ciclo y los ciclos deben ser cerrados con la mayor prudencia
y humildad posible. No se le puede pedir a un escritor que pase la página,
mientras afuera, lo externo te reclama un minuto para ser protesta voz. Eso es
inevitable.
Ese espacio de vida se
vuelve catarsis, desde allí, brota la imagen, el desdoblo de la misma, sin
espacio, ni tiempo. La poesía parte de lo cotidiano, de la observación en cada
paso aún sin circular. Es el ámbito vivido, sin límites, se deja transitar,
volver a la nada, para ser un signo oscuro o con brillo según por el ojo de
quién lo mira.
Escribir por estos
tiempos, es como quedarse en un encierro galopante. Es sentir tus manos frías
buscando la mejor forma de despedir el día. La ansiedad, es el señuelo marcando
un sentir abriendo tus venas, y no puedes huir, no pues escapar a su llamado,
tienes que entrar, vivirla del lado del cimiento haciéndote voltear la mirada,
llevarla dentro, siendo su piel espejo; por eso, dejar atrás alguna lámpara,
dejar atrás una muerte es sinónimo de un mira flor de otras épocas. Estoy
consciente de la raíz, del empeño de continuar dando alimento, mereciendo la
palabra. No obstante, la información
cambia cada segundo. Lo tempano se pierde en la noche volviendo a la nada. Ser nada, es algo, ser vacío es finito, no
aportar, sino líneas sin un contenido de época, es estar lejos de una realidad.
Por lo tanto, deseo quitarme este peso, volver a ser más santuario, aunque lo
lejano está cerca. Nunca se sabe cuando
la matriz está preparada para concebir, sólo se percibe, se distingue cuando el
fruto está creciendo en todos los árboles donde me he recostado desde niña para
mirar hacia lo alto. Ellos, son
permanencia.
La poesía es altura,
temple creativo, contenido entorno, diálogo inagotable y mucho más. Es limpia, es la imagen de encuentros. Igual
nunca se sabe cuando se escribe un buen texto. Siempre se está intentando,
esperando, “El Poeta es un pequeño Dios” como lo acentúa Vicente Huidobro en su
poema Arte Poética.
Dios, es un enigma,
Dios es el hallazgo del Universo, de lo infinito, antesala de una repuesta, una
repuesta que puede tardar más allá de la muerte. Entonces, para qué se escribe,
si no es un desahogo del alma, por lo tanto, es el alma de una totalidad, sin
divisiones, con sus códigos por entero espontáneos, infinitos, regenerativos, un
asomo seductor poseyendo el pensamiento, indicio de su misma fugacidad, palpable,
sólo por los entes de visión futura, y algo más, sólo se encuentran una vez en
cada vida, sólo se escribe un solo texto o poema que pasa a ser inmortal. Si la
poesía, te reconoce en lo blanco, si ella misma se puede volver sal y agua,
junta entre las manos, “Y el alma del oyente quede temblando.” El otro, ese
ser, reinventando el Cosmos lector dentro de su otro yo.
Lo colectivo atrapa al
símbolo, no es la cruz la que divide el horizonte, son los brazos abiertos del
ancho mar que aspiramos, visión pictórica, resucitando por cada mensaje voz, bajando
por nuestros días, desde cada terruño con distinto aroma sin alejar el cruce de
ríos. Ser lector, es imprescindible.
Si dejamos una
sensación, un temblor por mínimo que sea en un lector, observador de su
entorno, entonces, le hemos dado un átomo de arena a la bien llamada poesía. Vuelvo, ser lector del párpado de rocío
abierto, del pétalo cayendo con frío ojo, del fondo reluciente hurgando la
matriz contenedora, la misma que nos regresa a la lectura de los inicio, por
ello, me voy temprano sin dejar esta lectura porque “Estamos en el ciclo de los
nervios.”, ciclo del relámpago dando gracias por ser hallazgo:
La poesía es un atentado celeste
Yo estoy ausente pero en el fondo de esta ausencia
Hay la espera de mí mismo
Y esta espera es otro modo de presencia
La espera de mi retorno
Yo estoy en otros objetos
Ando en viaje dando un poco de mi vida
A ciertos árboles y a ciertas piedras
Que han esperado muchos años
Se cansaron de esperarme y se sentaron
Yo no estoy y estoy
Estoy ausente y estoy presente en estado de espera
Ellos querrían mi lenguaje para expresarse
Y yo querría el de ellos para expresarlos
He aquí el equívoco el atroz equívoco
Angustioso lamentable
Me voy adentrando en estas plantas
Voy dejando mis ropas
Se me van cayendo las carnes
Y mi esqueleto se va revistiendo de cortezas
Me estoy haciendo árbol
Cuántas veces me he ido convirtiendo en otras cosas...
Es doloroso y lleno de ternura
Podría dar un grito pero se espantaría la transubstanciación
Hay que guardar silencio Esperar en silencio
Vicente Huidobro:
De Últimos poemas, 1948
Milagro
Haack
Publicado en el diario El Venezolano: Recados menores
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