Collage: Por El Ojo de la noche
Algo está dando señas
“Apresúrate; no te fíes de las horas venideras. El que hoy no está
dispuesto, menos lo estará mañana.”
Ovidio
Mucho se aparta, mucho queda dentro; se deja el tiempo
sobre la cama, mientras el cuerpo sale a caminar, palidece con todo lo
encontrado fuera de sí mismo sin temor de un día, un sólo día, durmiéndose la
boca sin darse cuenta, sintiendo sus acelerados latidos, mientras cree caminar
lentamente hasta encontrar la noche para reanudar la imagen, pensar en aquella
mano sosteniendo el agua, invirtiendo el paraguas del universo como si quisiera
volverse tierra. Para nada regresa, es
sólo una sensación, repitiéndose durante años, entretanto, en la realidad,
detrás de cualquier espejo el pensamiento no pude ser simple, puede ser
sencillo, tranquilo, de cualquier otra forma, pero simple era un estar lejos,
habitando, un no observador de todo lo que permanece muy quieto, cuando por
todo el cuerpo tiembla un reloj y no es de arena esperando su hora, su rencuentro
simulando ser un caminante más del paraguas sobre la tierra. Caminar
encontrando semicírculos llegando a una punta para luego volver a bajar, ver otra subida y así cumplir con el ciclo de
todos los santos días, oyendo pulsar la sangre, la palabra alejándose de otra
boca, desprendiendo la distinta máscara, dejando sólo trasparentes escamas para
el rencuentro con el otro día, con otra parecida noticia, creando el típico
olor de un jueves santo. Todo se adelanta como una buena telenovela, muchos
nudos, vidas se hilan, se tejen en punto cruz al destino del personaje
principal.
No se puede mostrar debilidad por los tiempos, hay que
ser un único uniforme; mas, no se queda pegado al cuerpo, se deja en la estancia
del pasillo hasta volverlo lienzos doblando lo nocturno entre señas, diálogos
parpadeando y aún no salen disparados por la fingida ventana, por las impactantes noticias.
Nos cierra diciembre, nos llegó con sus ojos bien
abiertos, sin embargo, hay menos luces, menos nacimientos en los zaguanes de
las casas por el viejo centro de la ciudad. Ha pasado ya mucho tiempo, lo débil
se apodera de la raíz entrando el mirado olvido, muy consciente, muy lógico,
para no despertar la duda de las futuras comunas por el venidero enero, y eso
que estamos llegando a julio.
Tanto dar y dar pasos, estamos caminando hacia atrás,
hacia la incertidumbre en medio de especulaciones cuando, una vez más, el rey
entre comillas, está luchando contra los peones de la vida. No hay firmeza en
los pasos, palabras impuestas, menos en los recorridos.
Los caminos se hunden por el desespero, el desapego, y
si vamos un poco más allá, por cobardía; si, por cobardía, eso sí es un
fracaso, uniendo todas las voces caminando por la línea del paraguas. Algunos
se caerán, otros aprenderán a nadar, muchos dilataran lo habitual conocido,
rutinario que por recuerdo quedan señas, porque no conocen otros tiempos, menos
sus espacios.
Sentado el vuelo, huele a sábila, anuncia el
cristofué, rozando el aire, dando oídos a la arrugada mano, llevando a la boca
una taza (esta vez) de té de hinojo con toronjil, mirando el águila desde la
pupila de su último aliento.
Así, pasa la tarde desde cualquier lado, aunque sólo
le permiten marchar en grupo despejando lo soleado, lo que está a punto de
gritar el silbido esperando la aguja, apuntando el justo segundo para anunciar
la entrada de la noche para regresar a la cama donde vuelve a ser la persona,
el ser, el que escribe una carta, el que llora, el que manifiesta vida cuando
se encuentra dentro de sí mismo. Un uno infinito sin conocerlo nadie, así
regresa el color a las mejillas, deja a un lado las palpitaciones, vuelve a
morir muy despacio abrazándose con ternura a la posición fetal, así, desnuda el
pacto con el nervio saliente del Heredero del pozo buscando la madrugada, que
por si fuese poco, sabe que algún día dejará de entrar y salir tan libre, tan
llena de gracia; bendita alma, digo, porque no muere ni dejándola a un lado,
espera dando señas, dando viajes por una tarde noche donde se puede hasta
olvidarla bajo este lago período
estacionario.
Es una lástima dejar a la sombra como recuerdo, pero
nada sucede sin que haya algo, algo gestándose fuera de la mirada, abriendo la
única esperanza cerca del anzuelo escuchando, ese “algo” a punto de borrarse,
que está dando señas desde hace tiempo.
Milagro Haack
de Recados menores
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