Todo por un dedo
Dedicado a Christopher
Haack Ojeda
Ninguna persona es una isla;
la muerte de cualquiera me afecta, porque me encuentro unido a toda la
humanidad; por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por
ti.
John Donne
La realidad no es como lavarse el
rostro con agua de rosas, siendo de un agrado cuando mi abuela la preparaba y
me decía, nunca use jabón para su primera mirada hacia día, para que la vejez
llegue, con una sonrisa de buena vida en su semblante. Eso sí no diga la
continuidad de secreto.
Por este espacio mi abuela está
presente, como la mirada en dos intervalos, sin poder tragarse lo sucedido.
Ella estaba en estos dos lugares amarrando vida, lo sé, lo siento, porque su
abrazo me calma, siempre me avisa de las malas nuevas que vienen. Esta vez, no
se fue, no llegó con la noche, llegó en una mañana y se quedó conmigo. Volamos,
hacia esa ciudad conmigo, tierra que conoció buscando a su hijo. Hoy me
acompañaba para sostener al mío.
No sé, si este recado menor, ampare, las manos amando tanto el umbral, con
cobijo vida, sin un extraviar su mirada el aguardo la mar, el horizonte,
charlando, del hijo, siendo el mismo que la acompañó hacia la otra orilla,
dejando el dolor como un descubra la costura arena, mirando el retorno espacio
bañando el instante la raíz vida.
El reclamo se quedó en la garganta de la madre, no podía hacer nada visual, su mente estaba en dos espacios, los dos estaban en un hilo. Dicen que traer vida es estar con un pie en tierra y otro en ese más allá que conozco. En uno de los dos, estaba el hijo, un hijo sano, sólo con un problema en un dedo que ameritaba una cirugía menor; sin embargo, las cosas se complicaron, por mala decisiones médicas, por esperas, por apatía, cuando en sus pulmones se atascó un océano y por boca propia de los médicos no había insumos para revertir los efectos de la anestesia. Todo esto pudo evitarse. Si, con buenas medidas preventiva. La operación debió suspenderse, no era de urgencia. Las horas pasaron, el hijo estaba en peligro, sin poder emitir ni un sonido en aquel pasillo, del negocio llamado La Esperanza. Nadie decía nada, estaba allí ahogándose con el líquido que producían sus pulmones de forma desmedida, complicándose con un virus del mismo negocio, provocándole una neumonía severa, mortal, con un 75% de los pulmones complicados. Los instantes, se volvieron horas muy largas para el hijo, mientras la abuela abrazaba a la madre, que no la llamaron, que le ocultaron la gravedad del hijo. Ella conocía del sufrimiento, ella es recolecta piedras y todos lo saben.
Hoy, al pasar los días, recorriendo todos los espacios, mirando los rostros de todos los que mintieron, dice: Nadie puede salir ileso de un hecho como este que se repite a diario en todos terruños. Médicos irresponsables, alejando la vida, profanan su juramento, y se convierten en unos matasanos. Si, esa es la realidad, porque no puedo comprender cómo usaron anestesia general, si la operación era en un dedo, sin protegerlo. Además, siempre se hacen exámenes, más, en una persona que jamás había sido operada. Conozco muy bien la historia, también es repetitiva.
Debe haber una reflexión, se la deben, porque la palabra es un poder. La palabra es un poder. No se puede ser tan irresponsable, no se puede juguetear con la vida del hijo, que aún tiene destino y dejarlo con respiración artificial, después de haber sufrido la entrada de tubos y al mismo tiempo, la salida de los mismos, porque en ese lugar llamado La Esperanza, no tienen los equipos médicos para controlar una emergencia como esa, que es controlable, aunque muchos pasan la línea, por mala praxis. Esos lugares deben ser supervisados, esos médicos deben tener un historial, antecedentes, una responsabilidad de no volverlo hacer.
El hijo vive, pero esos días esos
instantes de ahogo, parecía estar nadando hacia la vida y de golpe lo alaban
hacia el fondo del océano. Su desesperación, eso nadie, le devuelve la paz, eso
queda en el subconsciente.
No sé si el médico, tiene Paz, su
equipo médico, porque todos son responsables y lo saben. Pero como les dijo el
hijo, no soy juez, sólo Dios lo sabe y para mí eso es suficiente. (Pero
será suficiente, para ellos, para ejercer la profesión con cautela). Ni en ese
instante lloré, no podía hacerlo, ocultando el bálsamo de mi esencia, pero como
dice mi abuela, no se les pude dar armas al enemigo y vaya que si los hay. Eso
es lo menos importante. Lo importante, es, que, por un dedo, alejaron el hijo
de la vida por un espacio muy prolongado, y quebrajar el cosmos, es voltear al
mundo, en eso estamos, con tantas muertes, por asesinatos, por la insuficiencia
de buenos doctores, que si los hay, hasta donde el diablo perdió la cabeza.
Como se dice, no pueden pagar justos por pecadores. En este espacio el
hijo pago por los pecados de otro.
La realidad, es sensorial. Hoy, después de escuchar las distintas versiones, las evidentes, las reales, conociendo el caso, las fueron dadas por otros que presenciaron, vivieron y revivieron al hijo, para enviarlo a otra clínica.
Todo ese recorrido lo hice desde el cruce de ríos, con una piedra negra en las manos. Todo, es visible cuando el alma puede ver los rostros, regresar sintiendo el lloro, sintiendo esa otra parte, sintiendo el deseo de ser expresivo. En esos instantes, alguien le invocaba regresa, regresa, sin una gota de neumonía agua.
Quizás, se pueda exponer más. Quizás, una experiencia reiterada por muchas, porque el caso del hijo, no es el primero, no obstante, esperamos que sea el último de ese equipo médico, que trabaja en La Esperanza, y La Esperanza, tiene la obligación de construir un área para las complicaciones de cualquier futuro paciente, el cual se llama: terapia intensiva; si no, es así, en ese lugar no se debería operar; si no pueden hacerlo, entonces, Alma tienes razón al decir: Es un sitio donde las esperanzas sólo existen para despedir la vida.
Abrigo el tiempo de las rectificaciones. El hijo está vivo, pero hay detalles, no etéreos, que deben tener la atención del gobierno estatal, deben hacer cumplir las normativas necesarias para ser un lugar para la vida.
La palabra es un poder y como poder recorrer los infinitos instantes leídos por
cada día sin dejar de dar gracias por los regresos de todos los hijos, por
todas las infinitas y amigas oraciones. Por el cumplimiento de la promesa, por
los santos elevados, de un Cristo que no se fue.
Milagro Haack
de Recados menores
No hay comentarios:
Publicar un comentario