9 de julio de 2013

Yo te sostengo con amor de madre

De la serie Miradas. Foto de Catherine Haack

Yo te sostengo con amor de madre



“Una voz se oyó en Ramá,
 un llanto y un gran lamento:
Raquel llorando a sus hijos.
Y no quería consolarse porque ya no existen.”
Evangelio de San Mateo


Eso es importante Alma. La vida es vida, hasta abrigando conciencia por estar sentado en el medio de una orilla, esperando, sin retroceder, hacia la nada, mucho menos hacia lo que has conocido. Cuando los de un lado o del otro, esperan el congénito  instante, para sentir el respiro, el doble nacimiento. Son paralelas, una de ellas es eterna por muchas bendiciones por cuidos del alma, pero, nunca se reniega de Dios.

El regreso fue lento. Poco seguro. Pero, con luna o no, el presente, es inevitable pasarlo en blanco. Así, me comenta, la buena amiga Alma. Muy de veras, estar en su lugar, es de un dolor que sobrepasa lo humano. Tener que ir al centro, al mismísimo centro de la apariencia con traje de calma, sin derramar una sola lágrima, tragársela, recordando a su bisabuela cuando le decía las mujeres de esta casta sangre,  mueren con las botas puestas. Escuchar, de un ser con segunda boca, tienes que tener paciencia, digo, para mí, esto es, otra dimensión, sin pasado, con un presente inestable, quebrado, pretendiendo ser puerto. Nunca le comento a mi amiga, ya hermana, mis pensares, porque sería quitarle, la poca creencia en el ser humano. Dices, que pensabas cuando te decía eso, mi hijo, está luchando por respirar y soy yo la que debo tener paciencia, siendo muelle, del regresa con ayuda de lo alto. Y no se lo telegrafiaste, porque ya debes estar cansada de buscar un diálogo comprensible, normal, casi, inevitable, entre dos seres que han compartido una historia de vida. Esa historia se borra, o la borran, eso es locura. No, sólo le mostré, soy muy tolerante, en demasía. No dije más nada, me fui, mirando por la espalda, esperando un puñal, pero no, cada quien dije, que ocupe su sitio, su rol; me senté a esperar que saliera un médico o enfermera y dijeran los familiares de…; bueno, pensé, de la madre fingida, y otras personas, dejándome en esa ruptura, mirándote, en cruz detenida en el tiempo, con la misma sonrisa fúnebre, deplorable, malhadado de años desocupados por este hoy. No lo recuerdo, lo siento, como algo estático, algo que no ha crecido, que es un ser doblemente normal, sin embargo, es el mismo con sus mañas, sus pasos sobre otros, como si sólo se cambiase de ropa y es otro, otro en otra sombra.

La vida, es otra, la vida que respiramos, la que nos acompaña desde nuestro primer respiro, ese que compartimos con muestra madre, la parturienta, los médicos, pero, ellos sólo nos abren el primer llanto, y la madre nos abre el calor humano.  Es la que vivimos, sin trajes, sin máscaras. Digo, pienso y me remito a los ojos de esos alargados días.

Un hijo, un hijo de cualquier madre, la misma del Juicio de Salomón, de Herodes,  trascendiendo de sol a sol, repitiéndose una y otra vez como otra vez, sin voluntad de romper ciclos. Sí, es cierto, se puede engañar al mundo, se puede cacarear mucho, transferir afectos por la pérdida de algo o por mantener una posición en algún terruño; bueno, los poblados no tienen la responsabilidad, de los habitantes importados. No soy juez, pero se podría decir, que todo es disociado, todo es como hacer desaparecer un día, mintiéndote desde el anteayer. Quizás, hasta un poco más, digo poco, por lo dilatado, por tener tantas versiones, por estar entre la ausencia y la irrealidad, las creencias, y los puestos ocupados. Cómo es eso, puestos ocupados, honestamente, aún con tantas arrugas, siguen pensando que son inmortales. Disculpa, tómalo como una pausa. Alma, amiga, tenemos toda nuestra vejez, para tratar de armar este rompecabezas de nuevo, sin que el hijo, sepa, de cuanto despreciaron a su madre. La que lo levantó del detenido instante, por mala praxis de un equipo médico de un negocio llamado La Esperanza. Creo que con ese nombre, las esperanzas sólo existen para despedir la vida.

Sabes, Alma, parece un juego, de tantos juegos, psicológicos; hacerte creer, que no existes, pero tu presencia, le recordó la irrealidad, de su existencia, la mentira vida. Por eso ataca, con su voltear su rostro y reírse. Parece una repartida película.

Más, en esto, se juega todo, la palabra es un poder, es aliento, y las visiones se cumplen. Espero un paso, para dar el otro, mientras, te escucho, abro, el camino, y sabemos que está de regreso, pero, tendrá conciencia, de que los hilos del universo, regresaron a su armonía, sabrá, de las manos que custodiaban este yo te sostengo con amor de madre, siendo el único poder para charlar con Dios. Sabrá tantas cosas como nosotras por estar en pleno horizonte y esperar un amanezca, viendo por primera vez el rostro de su madre con muchas bendiciones por cuidos del alma. Sabrá eso, mientras, los otros, juegan, a la doble sombra, la aparente,  la disociativa, las dos participan de un sujeto ente. Vaya y yo que pensaba que esas actitudes, o conductas, sólo pueden sentirse entre las cuatro paredes de un psiquiátrico; también, por esta época, las conductas sicópatas están presentes, habitan, sólo habitan, son instintos primitivos, como un ladrón acechando lo poco palpable. Sin embargo, si tienes doble vicio, si sabes que la vida te ha quitado “seres amados”, entonces, sigues siendo otro cuerpo sin alma, como el doctor que operó el dedo del hijo, y lo dejó en terapia intensiva. Así de sencillo, lo percibo, lo intuyo, espero no saltarme espacios, aunque es impredecible, volver al hueco, tocar fondo, sin pasar nada, y llegas con la misma esencia. Eso molesta. Me imagino, su eterno olvido, su eterno maquillarse, naciendo cada día, pero morirán cada noche. Eso nunca lo sabremos. Bien continúa Alma. 

Milagro Haack

De Recados menores. Publicado en el Diario el Venezolano. 09/06/2013

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