Foto de Catherine Haack. De la serie: Mirada
Solo un solista nombre
— ¡Soledad, arrecife, estrella!—
A todo lo que haya merecido
Al blanco afán de nuestra tela.
Stéphane Mallarmé
Una línea, se escucha. Un rostro
expresa el paso de un día noche, celebrando el llanto que se desprende, se
expande, desde su hombro hasta su mano, mientras la otra mueve otras líneas,
sin mirar el fondo acompañándolo. Se olvida la vida, se teje el lloro por la
butaca, subiendo el bronce, incrustado alrededor de la rosa, despertando el encuentro, el paseo solista cerrando
la reja, encantando el monte, cruzando la quebrada, volteando la ojeada del
recorrido tan remoto en un olvido instante. Suena, sigue, despuntando,
elevándose, cayéndose, levantándose, con el desgarro humano, sin separaciones
entre sus manos.
Volvemos, sin una guayaba, o un
mango. Las manos están colmadas de soplos, sin probar alimento. La boca está
seca, los latidos del corazón salen por la misma. Quién se ha quedado allá,
quién que no recuerdo. No puedo, dejar de ir, cruzar el infinito, buscando el susurro,
su único solo. Siempre se queda, atrás del quejido de la reja de una plaza que alguna
vez visitamos.
Tres movimientos, tres alturas,
tres de tantos tres dejados por las voces nutriendo el nudo, junto la puerta agrietando
el encierro. Todo, todo puede ser interpretado, puedo ir, ver crecer el bejuco,
con el acústico largo del bambú; sin embargo, nunca seré, siempre será el lugar
de la zampoña, bajando del tren, o del barco dentro del lago.
- Sé
buena fe
interno está la brasa
esperando
tu soplo.-
Escuchaste, lo escuchaste,
saliendo, volviendo a la ventana, escapándose una y otra vez, como la vida. No
reposa, el vuelo, estamos juntos, jamás, se va, deja su alma dentro de los
nervios, trepando con el aliento, convirtiéndose en un coágulo sanguíneo,
enorme que paraliza el corazón, mientras, busca la salida perfecta, por el final
del racimo de mamones, o de las ciruelas de huesito, a punto de hacer contacto
con el vacío. Mucho, se puede sentir, rozando con las manos las hojas del
monte, el viento, agarrando el rostro completo, cuando se da la única vuelta
iniciando el regreso. Se queda allí,
olvidado el otro lado: espacio cambiante, mutante, sin importarle el sustituto imago
del cual sangra toda dolencia, callando el imposible, un minuto de silencio.
Dónde está el inicio. La vida nos
corta lentamente cada arbusto, mirándose detrás de cualquier eco, seduciendo el
apetito por temblar, manosear, ventear, saborear los ojos, que contemplando,
todo, fecundan la sola línea cruzando la mano de este escaso más acá, tácito del
asombro.
-Vaciando universo
regresa un pájaro
regresa
Todo se puede, todo escapa
quedándose desnudo en el mismo lugar, para volver a ser trajeado, como si el
tiempo perdiese su legítimo encanto.
Supurando
un mágico cambiar
de
útero.-
Milagro Haack
Recados Menores
Saludos poeta. Me devuelve el encanto del misterio con este texto
ResponderEliminarZonia
Gracias amiga. Un abrazo
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