22 de noviembre de 2016

De este lado Lo Eterno





De este lado Lo Eterno



“Mi corazón da tumbos en medio de la niebla,
no se ajusta a los polos,
busca el lugar donde la tierra gira más despacio.”
Eugenio Montejo




A esta altura del día, se inicia el malestar propio de la escasez de cualquier cosa. El estómago retine la lluvia de ayer. Todo es una continuidad de un día hacia otro. La noche no existe, existe sólo dentro de un pensamiento muy profundo que llega para descansar, para calmar el olor del ciérrate ventana, del escucha el ardor en la boca de la pared ajena. Eso, mientras, esperas el turno de pie en una kilométrica, cola -ya, hasta natural como las fotos dándole la vuelta al mundo, para no poder comprar harina, hecha en este país, leche, o papel tualé de algún otro país-. Entre tanto, Alma anda de un lado a otro, buscando un medicamento para su madre. Ya no es un remedio, u otro producto alimenticio, es la totalidad de la carencia en sí misma. Todo esto pasa, y uno escucha historias entre otras. Las personas se quejan, madres con sus hijos dándole de comer sentadas en una acera, mirando a lo lejos, cuando dejan pasar cinco personas para buscar la alquimia del sustento y por supuesto ellas, pierde el puesto. En realidad, muchas veces pienso, que hemos llegado tan bajo, tan profundo, más, por las pérdidas de valores. Antes, no muy lejano, existía respeto, hacia los ancianos, hacia las mujeres embarazadas. Algo de eso se veía, en los transportes colectivos, concedían el asiento, por dar un ejemplo. Muchas cosas más, se ven, sin embargo, el agotamiento, la fragilidad simpatizante hacia una ideología, se pierde entre humanos cuentos, entre hijos con balas perdidas.



Entré por la imagen, recorrí la clara sombra, siempre atrás, siempre detrás, pisándonos, o pisándola. Es tan perceptible, que atraviesa los muebles y los hace crujir, llamando la atención. Todo parece tan normal, el resonar de la ventana por la medianoche. No hay un susto, no lo hay, porque nada es desconocido. Todo es el acompañamiento de algo extraviado. Sí, eso es cierto.  La casa tiene sus mañas, ella sabe expresar una dolencia, un triunfo, una alegría a pesar del desgaste de su cuerpo, sin embargo su alma es joven, mueve las voces a través de las paredes, trae noticias y sobre todo el viento nunca ha dejado de visitarla ni un sólo día. Eso es bueno, al igual que los callejeros pájaros, cantándole, animándola a seguir aquí, adelante con su frente mojada, pero limpia de máscaras. Su mirada recorre cada segundo, cada rincón, con espacio abierto, en ese instante, cuando voltea a mirar hacia el patio, la quietud se pierde, cuando dos negros pájaros entran peleándose entre ellos, sus chillidos revelan la agresividad latente del otro lado. Eso, la hizo pensar con el corazón en la boca. Salieron por la puerta trasera, dejando manchas de sangre sobre su piso. Luego, de prender una luminaria a los santos encomendándole a los hijos. Llegó un militar, y dijo, secuestraron a la hija de su vecina, para robarle el carro. Todo quedó en silencio, la sombra, se pasea de un lado a otro, mientras, la hija lucha con Ella, quedándose de este lado Lo Eterno. 



Otro día, hay una quemazón viniendo del pasado. Nada es como parece. La locura pareciera que es contagiosa, por ello, es mejor alejarse a tiempo. No le puedo decir nada. Alma está tan llena de tristeza, más creo que es decepción. Ella cree que así como gira la vida, la gente da giros, crece, cambia buscando esa conciencia del pensar en el otro, o por lo menos no ser el sin sentido de la vida. Especula, como ella les decía a sus hijos que fuesen hombres de bien y no parabienes. Eso pasaba en casa con calor de hogar. No es la educación, es como decía mi abuela árbol que nace torcido jamás su tronco endereza, y otro, el que nace para maceta del corredor no pasa.

No comprendo cómo esa mujer está aún cuerda, digo cuerda, por los caminos, los mismos caminos recorridos y pareciesen distintos. Bueno distintos, por ese creer en los cambios.  Si las personas, de cada caída no aprenden, no buscan el aprendizaje de la misma. Caerse por caerse a cada raro, repetir, dar giros en el mismo círculo con distintos disfraces, eso es, ese, parabienes. Recibir elogios, marcar sólo una capa - afuera, cuando la de adentro es vacío  mortal, deseando, robar el alma, de este lado lo Eterno.   



Por fin en casa. Vaya que agotador, es, estar de compras. Ya no es divertido ir al supermercado. Estoy tan confundida. Estamos en la miseria, ¿pero te das cuenta de lo que compramos? Nada, esto no nos alcanza ni para una semana. Y después…

Tranquila Alma, no te enredes con eso. Eres un ser muy creativo y podrás  resolver muchas cosas. Lo que si me preocupa es que estás viendo la lluvia y no me ayudas a colocar las ollas donde caen las goteras. La lluvia se detiene en algún instante, pero amiga que se ahogue la casa, eso es un pecado. Mira el libro apártalo, aún no lo terminas de leer. Ya no pienses tanto en el malestar del estómago, eso, es, curable. Lo que no lo es, es quedarse parada en un hilo del universo. Eso, es palpable para cuando tengas de frente el antifaz y mostrarle realmente la raíz con un punto final. Así, como la misma recolectora, absorbe de sus huesos el renacimiento de cada dolo. Sí, cada dolo como si perteneciera a lo que está detrás, recuerda la sombra intercambiando la piel. Sé loba sin mostrar como corres. Sé tú, con toda la sensación huérfana bajando al mismo centro del cementerio.



Bien, es bueno venir, acompañarte, ver mi novela, quedarme un rato y luego regresar a casa, la segunda casa. Esa que siempre brilla a lo lejos sin esperar nada. Ella, está llena de vocablos. Parecen iguales, sin embargo, la nevera no charló hoy igual. Pensé que se estaba enfermando, por lo de la electricidad, pero no, siguió su conversa con el agua mientras lavaba las papas para ponerlas a sancochar, para hacer un puré. 

Qué bueno, que la nevera se dio cuenta del gasto. Hoy en día, no es como antes, ¿recuerdas? Uno, podía llamar al electricista con confianza, ahora, no que va, vienen, y te cobran lo que no tienes por decirte, ya no sirve, compre una nueva, o te roban. Vaya que descaro. Fueron los apagones tan seguidos y no se la llevaron. Te imaginas tu cuerpo recibiendo energía, y al rato no. Te quedas apagada por más de cuatro horas. Vaya que te mueres en un día. Será eso lo que buscan. Bueno, igual nos apagan, nos aíslan del mundo, menos de nuestros pensamientos, mucho menos los de la casa.



Entró al fin, así, como un lobo con piel de cordero. Desde luego, todo es así, tan pausado, tan lento, llenando desde lejos el abrazo de la escasez, sin cambios, tan sola, tan miseria, mientras, en realidad, es el día cayendo lento por el escote de la montaña, con sensual intento. Así de sencillo se gesta el instante, cuando nos damos la vuelta, encontrándonos con el camino de la hormiga restituyendo, la prisa con su furia galopando sobre los exaltados cerebros. Cuáles, los de todos.

Sólo hay calma donde se acuesta la hoja destrozada en segundos por los bachacos. Esos animales se parecen mucho, a la vida que nos han robado, en cambio,  la hormiga es más meticulosa cuando lo hace, sigue la huella milenaria, hacia la médula de todas. ¡Ah, y no me digas, para que tanto brinco, estando el suelo tan parejo! Lo sé, está parejo, y nosotros brincamos según donde caiga el doble seis.

Todos estamos iguales, parados en una encrucijada, sin hacer el menor gesto de sabernos humanos. Sólo si de una buena vez, nos atreviésemos, a mirar hacia lo alto llenarse los pulmones de aire, aguantarlo un poco y soltarlo con un desfallecido grito. Sí, un grito al fin, que le dé ondulaciones a tanta cómoda costumbre de aceptación, pensando que mañana será otro sueño. También, la apática costumbre de sólo comentar, escribir por las redes sociales entre los mismos y no exigir lo derechos que por ley natural nos pertenece. Igual, habituarse, al mismo musiú con diferente cachucha informativa, siempre amenazando a millones de vecinos, pero sobre todo, la bendita costumbre a vivir con la muerte pisándonos en cada respiro.


Cada día, se cae en pedazos una palabra, donde la llamada, no es para anunciar una pelea de gallos, si no, un detente porque debes estar quieto, cuando aún quedan otras historias por dar oídos, por beber estruendos, regresando, llegando, la cochina trancado el juego, tan deliberadamente, riéndose los que pueden, de todos los pasivos entes, de un trozo o del otro, saliéndome de este lado lo Eterno.


Milagro Haack
Foto de Catherine Haack 
Recados menores

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