De este lado Lo Eterno
“Mi corazón da tumbos
en medio de la niebla,
no se ajusta a los
polos,
busca el lugar donde la
tierra gira más despacio.”
Eugenio Montejo
A esta altura del día, se inicia
el malestar propio de la escasez de cualquier cosa. El estómago retine la
lluvia de ayer. Todo es una continuidad de un día hacia otro. La noche no
existe, existe sólo dentro de un pensamiento muy profundo que llega para descansar,
para calmar el olor del ciérrate ventana, del escucha el ardor en la boca de la
pared ajena. Eso, mientras, esperas el turno de pie en una kilométrica, cola
-ya, hasta natural como las fotos dándole la vuelta al mundo, para no poder
comprar harina, hecha en este país, leche, o papel tualé de algún otro país-.
Entre tanto, Alma anda de un lado a otro, buscando un medicamento para su
madre. Ya no es un remedio, u otro producto alimenticio, es la totalidad de la
carencia en sí misma. Todo esto pasa, y uno escucha historias entre otras. Las
personas se quejan, madres con sus hijos dándole de comer sentadas en una
acera, mirando a lo lejos, cuando dejan pasar cinco personas para buscar la
alquimia del sustento y por supuesto ellas, pierde el puesto. En realidad,
muchas veces pienso, que hemos llegado tan bajo, tan profundo, más, por las
pérdidas de valores. Antes, no muy lejano, existía respeto, hacia los ancianos,
hacia las mujeres embarazadas. Algo de eso se veía, en los transportes
colectivos, concedían el asiento, por dar un ejemplo. Muchas cosas más, se ven,
sin embargo, el agotamiento, la fragilidad simpatizante hacia una ideología, se
pierde entre humanos cuentos, entre hijos con balas perdidas.
Entré por la imagen, recorrí la
clara sombra, siempre atrás, siempre detrás, pisándonos, o pisándola. Es tan
perceptible, que atraviesa los muebles y los hace crujir, llamando la atención.
Todo parece tan normal, el resonar de la ventana por la medianoche. No hay un
susto, no lo hay, porque nada es desconocido. Todo es el acompañamiento de algo
extraviado. Sí, eso es cierto. La casa
tiene sus mañas, ella sabe expresar una dolencia, un triunfo, una alegría a
pesar del desgaste de su cuerpo, sin embargo su alma es joven, mueve las voces
a través de las paredes, trae noticias y sobre todo el viento nunca ha dejado
de visitarla ni un sólo día. Eso es bueno, al igual que los callejeros pájaros,
cantándole, animándola a seguir aquí, adelante con su frente mojada, pero
limpia de máscaras. Su mirada recorre cada segundo, cada rincón, con espacio
abierto, en ese instante, cuando voltea a mirar hacia el patio, la quietud se
pierde, cuando dos negros pájaros entran peleándose entre ellos, sus chillidos
revelan la agresividad latente del otro lado. Eso, la hizo pensar con el
corazón en la boca. Salieron por la puerta trasera, dejando manchas de sangre
sobre su piso. Luego, de prender una luminaria a los santos encomendándole a
los hijos. Llegó un militar, y dijo, secuestraron a la hija de su vecina, para
robarle el carro. Todo quedó en silencio, la sombra, se pasea de un lado a
otro, mientras, la hija lucha con Ella, quedándose de este lado Lo Eterno.
Otro día, hay una quemazón
viniendo del pasado. Nada es como parece. La locura pareciera que es
contagiosa, por ello, es mejor alejarse a tiempo. No le puedo decir nada. Alma
está tan llena de tristeza, más creo que es decepción. Ella cree que así como
gira la vida, la gente da giros, crece, cambia buscando esa conciencia del
pensar en el otro, o por lo menos no ser el sin sentido de la vida. Especula,
como ella les decía a sus hijos que fuesen hombres de bien y no parabienes. Eso
pasaba en casa con calor de hogar. No es la educación, es como decía mi abuela
árbol que nace torcido jamás su tronco endereza, y otro, el que nace para
maceta del corredor no pasa.
No comprendo cómo esa mujer está aún cuerda, digo cuerda, por los caminos, los mismos caminos recorridos y pareciesen distintos. Bueno distintos, por ese creer en los cambios. Si las personas, de cada caída no aprenden, no buscan el aprendizaje de la misma. Caerse por caerse a cada raro, repetir, dar giros en el mismo círculo con distintos disfraces, eso es, ese, parabienes. Recibir elogios, marcar sólo una capa - afuera, cuando la de adentro es vacío mortal, deseando, robar el alma, de este lado lo Eterno.
Por fin en casa. Vaya que
agotador, es, estar de compras. Ya no es divertido ir al supermercado. Estoy
tan confundida. Estamos en la miseria, ¿pero te das cuenta de lo que compramos?
Nada, esto no nos alcanza ni para una semana. Y después…
Tranquila Alma, no te enredes con
eso. Eres un ser muy creativo y podrás
resolver muchas cosas. Lo que si me preocupa es que estás viendo la
lluvia y no me ayudas a colocar las ollas donde caen las goteras. La lluvia se
detiene en algún instante, pero amiga que se ahogue la casa, eso es un pecado.
Mira el libro apártalo, aún no lo terminas de leer. Ya no pienses tanto en el
malestar del estómago, eso, es, curable. Lo que no lo es, es quedarse parada en
un hilo del universo. Eso, es palpable para cuando tengas de frente el antifaz
y mostrarle realmente la raíz con un punto final. Así, como la misma
recolectora, absorbe de sus huesos el renacimiento de cada dolo. Sí, cada dolo
como si perteneciera a lo que está detrás, recuerda la sombra intercambiando la
piel. Sé loba sin mostrar como corres. Sé tú, con toda la sensación huérfana
bajando al mismo centro del cementerio.
Bien, es bueno venir,
acompañarte, ver mi novela, quedarme un rato y luego regresar a casa, la
segunda casa. Esa que siempre brilla a lo lejos sin esperar nada. Ella, está
llena de vocablos. Parecen iguales, sin embargo, la nevera no charló hoy igual.
Pensé que se estaba enfermando, por lo de la electricidad, pero no, siguió su conversa
con el agua mientras lavaba las papas para ponerlas a sancochar, para hacer un
puré.
Qué bueno, que la nevera se dio
cuenta del gasto. Hoy en día, no es como antes, ¿recuerdas? Uno, podía llamar
al electricista con confianza, ahora, no que va, vienen, y te cobran lo que no
tienes por decirte, ya no sirve, compre una nueva, o te roban. Vaya que
descaro. Fueron los apagones tan seguidos y no se la llevaron. Te imaginas tu cuerpo
recibiendo energía, y al rato no. Te quedas apagada por más de cuatro horas.
Vaya que te mueres en un día. Será eso lo que buscan. Bueno, igual nos apagan,
nos aíslan del mundo, menos de nuestros pensamientos, mucho menos los de la
casa.
Entró al fin, así, como un lobo
con piel de cordero. Desde luego, todo es así, tan pausado, tan lento, llenando
desde lejos el abrazo de la escasez, sin cambios, tan sola, tan miseria,
mientras, en realidad, es el día cayendo lento por el escote de la montaña, con
sensual intento. Así de sencillo se gesta el instante, cuando nos damos la
vuelta, encontrándonos con el camino de la hormiga restituyendo, la prisa con
su furia galopando sobre los exaltados cerebros. Cuáles, los de todos.
Sólo hay calma donde se acuesta
la hoja destrozada en segundos por los bachacos. Esos animales se parecen
mucho, a la vida que nos han robado, en cambio,
la hormiga es más meticulosa cuando lo hace, sigue la huella milenaria,
hacia la médula de todas. ¡Ah, y no me digas, para que tanto brinco, estando el
suelo tan parejo! Lo sé, está parejo, y nosotros brincamos según donde caiga el
doble seis.
Todos estamos iguales, parados en
una encrucijada, sin hacer el menor gesto de sabernos humanos. Sólo si de una
buena vez, nos atreviésemos, a mirar hacia lo alto llenarse los pulmones de
aire, aguantarlo un poco y soltarlo con un desfallecido grito. Sí, un grito al
fin, que le dé ondulaciones a tanta cómoda costumbre de aceptación, pensando
que mañana será otro sueño. También, la apática costumbre de sólo comentar,
escribir por las redes sociales entre los mismos y no exigir lo derechos que
por ley natural nos pertenece. Igual, habituarse, al mismo musiú con diferente
cachucha informativa, siempre amenazando a millones de vecinos, pero sobre
todo, la bendita costumbre a vivir con la muerte pisándonos en cada respiro.
Cada día, se cae en pedazos una
palabra, donde la llamada, no es para anunciar una pelea de gallos, si no, un
detente porque debes estar quieto, cuando aún quedan otras historias por dar
oídos, por beber estruendos, regresando, llegando, la cochina trancado el
juego, tan deliberadamente, riéndose los que pueden, de todos los pasivos
entes, de un trozo o del otro, saliéndome de este lado lo Eterno.
Milagro Haack
Foto de Catherine Haack
Recados menores
Foto de Catherine Haack
Recados menores
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