Clear ideas,
1958 - Rene Magritte
Estimada Alma
El
vínculo que une a tu auténtica familia no es de sangre,
sino
de respeto y alegría mutua.
Richard Bach
La vida teje complejos parabienes nido de ojos ajenos. La
persona disfruta de aquello que aún no ha madurado. Cree tenerla, poseerla, sin
embargo, sin los años recorridos la piedra desea pulirse desde una altura no
conocida.
Los mundos del pensamiento claman por identificarse con sus
semejantes, los paralelos, no obstante, el pensamiento es el único sitio al
cual entramos con muchas palabras en imágenes, además, nunca pueden ser igual a
otro. Quizás siempre recurro a esto. Cada universo tiene su manera de pensar,
mas, hay una hebra que en destinados momentos traspasan se unen a lo permanente
del signo colectivo: La muerte es otro espacio, hay que vividla para poder trasmatarla.
Estimada Alma, Hoy he estado enlazando los sonidos de los
cascos sobre toda la espuma del mismo silencio.
No hay detalle tan exquisito que verme entrando por las
rejas de la Recolecta, o por el cementerio de Naguanagua que tanto me agrada. No
es igual a la Recolecta, es pequeño, pero igual tiene su magia, su sonido
envuelto en una herradura.
Verme contigo sentada en un banco, frente alguna escultura
tapiando la voz interna, viva en el subsuelo. No se debe morir sin haberlos
escuchados toda una noche. Eso es perfecto. Sé que si se lo escribo a otra
persona dirá que estoy loca, y no es para menos; sin embargo, tengo un pájaro,
tengo muchos viniendo a diario, dejando algún mensaje de otros espacios, lo
dejan entre las migajas del día, entre los sonidos del viento. Están tan
pendiente de llegar temprano armando su concierto para entrar en cada blanco
donde me detengo. El gris, el que se instala en la ventana de mi cuarto me da
todo muy rápido, sus mensajes es de fragmentos, muchas veces deja colgado en el
marco el velo de su vuelo la noche para escribir desde adentro.
Hoy es uno de esos días. Estaba leyendo uno de los textos de
a la sombra de un río. Vaya que voy por el
río, limpiando el polvo de mis tiempos vividos, de recoger trozos de
espejos de este largo e interminable velo sonando el recuerdo desde años
anteriores.
La infancia, es entre ramas, monte, en comer de los árboles
frutales y no sabes cómo me costó agarrar una jugosa guayaba para luego
sentarte a comerla con el viento soplando quizás en contra. Eso es sólo un tramo
llegado del apertura de su el sonido, sólo por el sonido cayendo de suave por
los árboles habitados de cantos, de ellos.
Mi vida fue así, el aprendizaje de ella misma es la escuela,
aprender a escuchar la naturaleza. Los gritos de la casa no se escuchan cerca
del riachuelo, menos cerca de los caballos, de los pájaros, cerca de ese olor a
monte, y darle un roce a unas maticas “duérmete porque viene el diablo”, en
eso, en recolectar brillo para mis ojos, buscando misterios, inventando
alfombras para agarrar un pedazo de azul del cielo, quizás más allá lo
infinito.
Era y soy libre, libre para llenar mi conciencia de la
transparencia del jugoso del mamón o del mango. Mas, en todo el recorrido nunca
estaba sola, una presencia me acompañaba para hablar con la señora de blanco
(por supuesto yo era la única que la veía y mi perro lucero). Esa presencia me
hizo conocer el dolor limpiando una lápida el cual dos ángeles custodiaban por
un seis de enero. Fue cuando percibí la muerte, vivir en subsuelo para siempre.
Aunque, crece y me abraza como mi abuela. Quizás, por ello los cementerios son
para cuidarlos, limpiar con el aroma de las flores, sobre todo los crisantemos
son sagrados muy sagrados, "corriendo fresca la sangre de otro día".
Bien, sigo cabalgando, sigo escuchando, desprendiendo imágenes abriendo el útero del cielo, tomando el té
cerca de la ventana sintiendo que la angustia es pequeña al lado de lo bello
que llevo por dentro como un collar atado a lo entero, por eso, los dolores
pasan cuando tú escribas en el viento. Me comunicarás, es fácil decirlo cuando
la despedida está de tu lado, pero cuantas ausencias están recostadas en
nuestras espaldas. Sé que algún día se
podrá entrelazar la realidad, lo alejado sin molestar a la imagen, a la
presencia, esa, que sale sin correcciones, sin temores de ser leídas. Llegó la
señora que me ayuda después te escribo.
Nota: algo que sabía que no podía faltar, esperando que te
agrade.
La sombra de un
caballo cósmico pintado
por Loncho González me
lleva
a la infancia de
Beatriz que llevaba
al mar su caballo de
juguete. —
Vicente Gerbasi
Un gran abrazo y hasta pronto
Milagro Haack
De recados menores
hermoso
ResponderEliminarMe gusta la el intercambio de diálogo con la sombra: Alma
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