La pared de algún cuarto
¿Y los del otro cuarto?
“Para
ella, es como si mil rejas hubiera
y detrás
de las mil rejas ningún mundo.”
Rainer
Maria Rilke
Los días caminan de una habitación a otra, sin darse cuenta del
reloj bien sellado a la pared de algún cuarto inscrito en la memoria de las
siguientes horas, días, años. Así se inicia la lectura, una lectura
trenzando la hebra, nutriendo el llanto, mas, eso, no se puede nombrar, hay que
seguir detrás del viento, de la puerta, escuchar muy lejos la ruega sombra, por
los cuartos vestidos de blanco. ¿Por qué, no miran el segundero perdido en la
doble vida de cada uno?
Ya no hay calma, todos los días son un sobresalto, ya no se puede
decir vida, porque hay que buscarla en algún supermercado, farmacia, o
cualquier lugar dejando los pies llenos de calambres, y lo más irónico, es no
saber cómo permanecer sobre esta columna de entes, sin mirarlas, sin sentir su desconfianza.
Igual, ya es un pensamiento generado, un pensamiento, no compartido, por ello
regreso a la página, al párrafo dentro de los mismos ojos. Aun así, no
comprendo del todo, la necesidad de descansar, sabiendo que no llevo ninguna
cruz a cuesta. Estás en lo cierto, no te equivoques, has trasmutado cada
segundo mal vivido, por algo que te empuja hacia ese barco de papel, donde
construyes la puerta, lo abierto, esperando la otra vida. Si es muy cierto,
aunque tengas tus metas, la época pareciera tragarte, mientras lo individual
entra a las casas.
Ya no existen hogares, existen habitaciones, donde cada vecino se
encierra en sus problemas, desterrando alguna ayuda, alguna fuerza de fe, por
la amargura… Qué dolor, no mirar hacia adentro, te imaginas esta nueva
generación, sus valores, sus frustraciones, sus derrotas. Qué se hizo
para encerrarlos en un mundo virtual, perdiéndose como extraños dentro de su
propia familia. Vaya de eso leeremos. No de los cambios de lugares, de ser
víctima – victimario. Roles muy bien ajustados por estos tiempos, y para
completar se pierde la cordura con mucha facilidad, la gente se muere sola por
su boca. Siempre hay muchos que tenga un arma y apagan la luz por imprudencia y
no por miedo. Somos entonces, asesinos de todo lo viviente. Sí, es una
pregunta, te digo sin que me quede nada por dentro, en efecto, somos unos
asesinos de todo derecho a la vida, esa, con los valores sociales, culturales,
las necesidades básicas para tener una vida saludable, menos estresante.
Bien ese era el tema. No, eso es el pan de casa día. El tema
tiene ramificaciones, todo va hacia el despojo de lo humano, así, no se puede
renacer en propia tierra, menos, extraer, esa furia desatada por todos los
rincones, y a eso, si le temo, porque ya estoy viviendo como se dice – horas de sobra
-.
Deja mujer, siempre sales con un pesimismo, hay que ser positiva.
De verdad, eso lo dicen los políticos, ellos, ni siguieran saben que han
perdido el poder, el pueblo calla, padece, sólo los más arriesgados van preso.
Jóvenes, muchachos, pierden su juventud, su realidad es muy distinta a nuestra.
Bueno la bruja eres tú, así, no se puede, ahora dime, qué es lo que guardas
detrás de cada instante dentro de la nube reflejándose en el río.
Voy al núcleo, vuelvo a sentir la pared, escucho el llanto,
repitiendo una frase - por
qué, por qué lo haces, por qué. Siempre
le contesto en pensamiento lo mismo, no hay que sufrir por algo que no se
comprende. Pero mejor me voy más atrás, recordarle, cuántas veces salió
corriendo de alguna responsabilidad, mientras, su “alguien”, penaba, se
consumía en cada cigarro matando la ansiedad de no tener “al amor de su vida”.
Vaya locura, el amor, es otra cosa, es algo compartido, no es sólo
sexo, o sufrir, sufrir desgarrándose el corazón, golpeándose el cuerpo,
mientras grita -soy una estúpida por caer de nuevo…-
Me suena a una telenovela que ve mi hermana, la cual compartí con
ella, por cosas de la vida cuando me dio una isquemia cerebral, y por supuesto,
pasé algunos días en una clínica.
Pude sentir el arte de la que vive en el otro cuarto. La que
algunas veces cambia de papel, se vuelve noble, tierna, y en la otra
habitación, el villano, deja la palidez de su rostro, el desgano en su
andar, para charlar muy bajito, como para sí mismo, como planeando algo, y me
pregunto, qué diría el director de todos los roles de sus personajes por este
universo.
¿Dices Dios?
Quién más. Él escucha todo, sólo soy su oyente, su catador
de imágenes.
Ya han finalizado las novelas que retocaba con mi hermana, como señalaba mi
abuela el mismo musió con diferente cachucha. Se cambia el personaje, pero la
trama es la misma. Desde afuera, siento, que desean atarme a ese reloj detenido
por el primer golpe en una boca sobre la nada, dándole la espalda a la convivencia.
¿Pero con eso cohabitas todos los días? ¿Les has charlado sobre la
tolerancia, sobre los patrones adquiridos de sus otras relaciones?
No, no abren la puerta, están cegados en tener la razón cada uno,
opacando al otro, y muy de veras, pierden el instante mágico vivido. Ninguno, sabe
que están dando giros dentro de los círculos, sobre los mismos atolladeros
desde que se conocieron. He escuchado freses coherentes, como si la luz
de repente alumbra la mente, pero luego, vuelven por días ciegos, caen en un
desprecio no vislumbrado. Bueno, quizás sea parte de todo el entorno, eso
afecta, no crees que sea así.
Hay detalles, que debieron terminar hace años, nunca se debe caer
tan estacionario. Los días se van, son irrecuperables, reflexionar sería algo
digno de un ser que inicia un diálogo con otros entres, sin agredirse a sí
mismo. Eso pasa, en todos los aspectos, todos tenemos responsabilidades y no la
subimos a nuestros hombros.
Te comprendo, siempre esperan que el otro, el de afuera, recoja
nuestra carga, se la lleve para algún planeta. Ni lo digas, es lo que nos falta
que hasta Dios venga y nos diga: no les dije a ustedes, “ayúdense que yo los
ayudaré”. Esta bueno eso. Dejemos el cosmos en su lugar, sin embargo, pienso,
“como es abajo, es arriba”, o al revés. Sí, lo otro es “si el Universo es
mental yo soy mental”. Bien, muy bien úsalo para los buenos piensos. Es muy
noble, las lecturas que despejan el alma. Quizás, El Todo, regrese la calma a
lo que está arriba, y deje caer el manto para la espera más larga, nuestra
espera de cambios, de cordura frente a lo ingrato de esta época.
¿Y los del otro cuarto?
Bueno, esos procesos sólo se leen, se guardan, luego, dirán, cómo
perdí la mejor etapa de mi existencia, como una mala lectura, no sabes qué
hacer con el libro, ni regalarlo puedes. No se puede contagiar a los nobles
lectores diarios. Después, el reloj volverá a ser camino, las habitaciones se
llenaran de claridad. Todo volverá a no ser repetitivo, espero verlo. Yo
también.
¿Vas a finalizar este diálogo?
Sí, pero antes, debo hacer algo para salir por siempre de este
vicio contagioso, irme de viaje. Por favor, te lo dicto, mientras me asomo,
virando como ellos…
Vuelo hacia el otro lado, escucho palabras cambiantes, dejo de
leer, me coloco la voz de ese ser que cada tres días grita la misma
continuidad de ser los dos a la vez, hoy te toca a ti, “te vas, te vas, por mí, te puedes meter en un hueco y quedarte allí
enterrada (o) para siempre”.
Por los clavos de Cristo, se debe restituir otra oración, es
absurdo, cada día caen, dan vueltas, se cambian de terreno, pasan al otro
cuarto, dejan el reloj, no lo miran, cuando está saliendo el sol, por esta
esquina, donde me siento a mirar la tarde, antes de que lleguen, con su trama
de amor-odio, cambios de protagonistas, incluyan otras locuras, la noche con
las noticias, la gente haciendo colas interminables para no encontrar nada,
sólo ronda la muerte. Mejor veo llegar la luna, está muy grande, con un color
cobrizo, me entra el deseo de leer otros universos, otras puertas, pero, un
pensamiento, uno sólo, va poseyendo todo: la imagen de las horas, la plenitud
de la noche, mortificando el alma de la calle, el mutismo de la hoja que va
cayendo lentamente, se queda en pausa esperando el viento, para que la lleve
lejos, y volverse polvo para no regresar de nuevo a los días, mirando el paso
de una habitación a otra, tratando de moverse con el tiempo detenido en el
reloj, bien sellado a la pared de algún cuarto.
Milagro
Haack.
Recados
menores
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