28 de junio de 2015

La visita


La visita




La vida es aquello que te va sucediendo mientras te empeñas en hacer otros planes." 
“John Lennon




Nunca se espera volver los años ocupados. Siempre se dejan balanceándose en la sedienta mecedora, olvidada muy lejos de la cinco de la tarde. Pareciera que en algún instante, todas las horas, se unieron a las mañanas cuando se caza a través de una foto el cómo amanece por los lares, donde se vive o se intenta vivir distante del murmurio diario.

Nos dijeron que llegaba a las tres de la tarde, a la plaza, siendo referencia para todos los habitamos de estas casas, ya de edad avanzada, porque muy de veras, están hasta cansadas de escuchar pasar sólo el viento, a las hojas arrastrándose, quejándose de ir cuesta abajo siempre, no puede ser de otra manera, no puede ser invertido, no pueden amontonarse en frente de la casa, sino pasar, con su inconfundible repetido sonido, hasta la esquina y luego seguir bajando hasta volverse polvo, como los huesos de un preso, uno de tantos, muy nombrado desde hace ocho años. Cosas, llamando la atención. Cosas, que día tras día, opacan la testaruda rutina de salir y cerrar la llave principal del agua, y muy temprano, antes de ver el abanico del amanezco, abrirla por precaución, digo, por ahorro, para que los vecinos no pregunten tanto. Siempre se inventa algo, para no quejarse de no tener para pagar un plomero, porque igual que la electricidad cuando regresan, vaya, que dañan los enseres, bueno, ya eso es tan conocido como los vidriosos huesos del recordado preso por un 11 de abril.

Muchas cosas no se dicen, muchas cosas pasan por los días, y la gente no le da importancia. La gente está durmiendo otra siesta, en otro país, que no es este. Pero será un buen tema de otro recado menor. Hoy,  son los huesos entrando por escuchas golpeándote la imagen, regresándote la visita, esa que nunca llegó, porque se fue a buscar a un hermano muerto, otro preso, otra forma de vivir en una prisión donde los espacios son irrespirables. Respiras, el aire del otro. Respiras hasta el pensamiento de otro, por ello, se invade el cerco, luchan por poder moverse, entonces, viene ese intercambio poco prudente, un poco más como le dicen, llegan los verdes. Esa visita, de verdad, no es bienvenida, digo para ellos. La visita de este lado, llega con tan malas noticias, callando las hojas, entrando el frío, un frío raro, muy de los diciembres de otras épocas, invadiendo lo calmo, de servirse un té de toronjil, porque el café se fue, se fue muy lejos, muy casadito con la harina, que es la amante del pollo, y así sigue la cadena, llegando la muerte alojada en otra provincia, aunque no toque la puerta de esta casa, aunque viva como una presa.

Marca la hora de sacar la mecedora, ver sentarse la abuela, después de estar todo el día dando ese trazo para otra mañana. Por fin, la veo, por fin llega de la escuela, por fin, encuentra la encrucijada dándole un chance de salir corriendo por si se le hace tarde. Pero el canto, la vista de los atardeceres, siempre vuelven mientras la veo pintando los cuadros para jugar el avión en todo el frente de la casa, nunca un poco más allá, siempre justo, dejando espacio, dando espacio para ver llegar las visitas de los hijos, todas las tardes, bendiciendo su llegada y por supuesto su partida, a la misma hora cuando ella dejaba de mecerse y se despide de todos.  En ese preciso instante, el viento comienza arreciarse, borrando las alas del avión y la observadora de todo, la pequeña buena nueva corre también detrás de la tarde para que no huya, y regrese con el otro día. 

Todos nos miramos, esperamos, la visita. No había mucha gente, pero lo bueno era saber que alguien importante estaría en la plaza, escuchando los problemas cotidianos de todos los que vivimos por estos lares. Dijiste otra vez lares, di por este pedazo de tierra que inhumanamente cortaron sus árboles preñados de naranjas, en otros tiempos, en otras épocas se saboreaban, porque de terreno a terreno se podía saltar la cerca, ojo no la talanquera.

Esperamos; una hora fue suficiente, después, no hay esperas, después, no me digan que llegó a la hora de las brujas, cuando se confunde la tarde con esa milésima de segundo casi escuchando las campanadas de la iglesia marcando un medio circulo por las cuatro caras de su reloj, justo a tiempo, para salir corriendo, entre las noticias, la ausente visita, la llegada y la despedida trazando otro cuerpo, ya ido, más desnudo que como nació.  Y eso pasó, si, de verdad, mira, aún está en primera plana, y qué dice, que están mal, y qué más, bueno que el descabezado, es otro, otro qué; se queda mirando la puerta, entreabierta, se dio cuenta de que si había una visita, se voltea, la mira fijamente, mientras ella, la visita, está recogiendo los pedazos de un diario por donde aún, brotan lágrimas de muchas familias y la visita…; a no, lee tú, cómo te gusta la cosa fácil y después dices lo contrario, como los políticos, después me culpas, me censuras y demás hierbas.

No fue fácil, responderles a las venideras preguntas, sin embargo, aún no puedo comprender, esos qué, que tanto le encantan a la aseadora visita. Vuelve, a mirarla, después de una larga pausa, decide, mostrarle todas las noticias, impactantes, presos, y sólo se santigua y entre dientes repetía: Dios protege a mis hijos, Sus hijos, dije, ellos no están presos o si. Se miran y como recordatorio en coro gritan: Todos estamos presos.





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Milagro Haack
De Recados menores:




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