27 de abril de 2011

Viajando

Foto de Catherine Haack


Viajando


Avanzo por rutas ya transitadas, visualmente la memoria puede experimentar una sensación de traspasar lo físico, para rendirle honor a la individualidad del otro: el entorno. Observando los tonos desde mi salida de Valencia, pude percibir a través de los cambios rápidos de espacios, desde un tornasol mañanero con piel humana, tan fugaz que sólo una foto puede registrar ese pequeño pacto dado por el deleite de la natura. Aquí, no se queda el sentir, es una sencilla parte del trazar el día. Charlar con la naturaleza no es como hacerlo con un ser, es un dialogo de iguales. El ser cumple etapas, desde perder su inocencia hasta convertirse en algún árbol retoñando su verdor aunque su tronco este tan quemado. Eso, va entrelazando tanto despejo, que las montañas se pueden ver como más cerca. En ese instante se dibuja una gran separación, separación del signo distintivo uniendo el ser con la natura cuando lo neutro es pasar alguna alcabala, dejando el árbol como un ser humano en regeneración, y lo que no se trasciende cuando es eliminado, liquidado sin ser enterrado por el afán de poseer ese lugar de imagen y semejanza. Bien, detallando cada entrada a un Estado el crecimiento de viviendas improvisadas, rozan la carretera con su búsqueda de sustento, convirtiendo las sobras de los troncos en anaqueles de ventas con el mismo riesgo de lo impensado. Me detengo, mi pensamiento va al esquema necesario como la preparación de un terreno para ser urbanizado dignamente. Hay que recapacitar dentro de este Fin donde todo funciona como un doble espejo, el cual refleja, aspectos desconocidos de nuestro ser más profundo, dando apoyo por alto crecimiento de esa viveza pensando que el otro su semejante no es necesario dejándolo a un lado con su proyección futurista, con su conciencia del equilibrio ecológico.

Quizás no hay lógica. Realmente hay que estar dentro del antes en ese espejo. Puedo imaginar a una pequeña figura que se mueve en el camino, no está preocupada por la meta. Él o ella, sabe que el peregrinaje en sí mismo es el lugar sagrado. Cada paso en el camino indica movimiento y cambio: viajando pero realista, con un sentido de aventura y crecimiento. Sólo descubrir y crecer con el entorno en cada paso. Imago de otras estaciones; tiempos llevando una varita hecha por mi abuelo para apartar el monte y tomar agua fresca del riachuelo. Por este “viajando” incluyo el alcance de ojear desde ese entonces. Claro cada viaje tiene una llegada, un final, llegada por regreso, final sin saber de paso si habrá retorno. Por eso, es el deseo de continuar con un saludable ideal, aguardando que crezca el forastero recorrido real de saber coexistir. Todos tenemos derecho de estar dentro del viaje vida, abrir vistas en el cual el futuro no se pierda. Pero la pregunta interna, cabalga bajo tierra, la asaltada por los cambios de empañados cielo por falta de ser reflejo, y escuchándola, como una estampida ahora, pidiendo un brote: desea que lo acompañe un poco de aire puro o su deseo de poseerme no lo deja pensar al no poder defendernos. Los ciclos se cumplen, los ríos como el verdor del quemado árbol vuelven a su cauce. Lo humano pierde al intentar su doblego y aún los amaneceres serán efímeros, distintos cada día… Jamás dejo de contemplarlo traen algún cambio como este largo atardecer de otro pueblo.

Milagro Haack

Nota: Escrito para el Diario El Venezolano. Ciudad Guayana, Viernes 18 de Marzo de 2011. En mi columna: Recados menores.

2 comentarios:

  1. Todo un placer leerte, estimada Milagro. Vida, mucha vida en ebullición. Gracias por traerme ese recuerdo de Valencia donde vivió y murió la abuela a la que no conocí.
    Un gran abrazo desde Canarias.
    Antonio Arroyo.

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  2. Querida Milagro, es un gusto enorme transitar estas palabras, sensaciones, recuerdos. Líneas que fluyen desde el interiro a un exterior que podemos comprender y compartir.
    Un gran abrazo

    Cecilia

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