Foto: Catherine Haack
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de mayo
“Ahí no cabe medir por el tiempo.
Un año no tiene valor y diez años nada son. Ser artista es: no calcular, no
contar, sino madurar como el árbol que no apremia su savia, mas permanece
tranquilo y confiado bajo las tormentas de la primavera, sin temor a que tras
ella tal vez nunca pueda llegar otro verano.”
Rainer
Maria Rilke
Cartas
a un Joven poeta
Desde
lo privativo nace este texto. La vida pasa como los instantes, como ese sabio pan
de cada día. Abre la memoria de un libro invocado con aliento en destino
propio. Allí, el Tema, se desarrolla a
través de una mezcla extraída del recuerdo; nos regresa la presencia de algún
signo, de algún personaje que marca la matriz, el inicio con algún código: El
pan para la familia de la palabra.
La
herencia, sella no lo exacto de un acontecimiento contemporáneo, sino la
vivencia extraída, regenerativa, del miramiento cósmico, colectivo, entre otros
detalles para dar el salto hacia un lector, buscando la afinidad entre las
imágenes de un día sacado de la noche, desde allí, el peso de herencia es una de
las tantas arterias, vasos comunicantes hacia ese gran tesoro con savia propia.
Desde
la habitada la infancia, junto a los sentires salientes por alguna correlación
con el presente, retorna, se tantea, se discurre, hasta encontrar el nexo que
la añora.
El
paisaje y sus referencias quedan por calles de mezclados terrenos, dando una atmosfera
con tonos diversos, para captar el temple sostenido por el movimiento de cada
instante, dando sentires y sólo lo alimenta el anzuelo justificando la salida
del espacio para recorrer las muy propias realidades, mediante a las
insinuaciones del mismo. Nada es directo, todo es bosquejo, trazo para otro
mañana. La idea se pierde, el pensamiento ahonda en la expansión, medita dentro
y fuera de un horizonte donde todas las artes dan luz a una apertura con amase íntimo
de la cuerda muy bien atada al núcleo criadero, eje, rincón de la provincia del
lenguaje.
El
“yo” se desdobla, es vuelo hacia tierra firme, de lo humano muy intrínseco
haciéndonos mirar hacia la herencia, hacia la curiosidad muy típica de lo
cotidiano sin rebusques, todo como colocado para dar una sensación vigente,
obviando los cerrojos para movernos hacia el señalamiento, que tomo como el
nudo de un relato: Dibuja dentro de lo que fecunda con anuncios de algún trazo
muy quieto. La ventana es aliento del inmaterial marco, es bálsamo para su
faena de ama de casa.
Qué
puedo decir, cuando lo humano retorna con la presencia del entorno en la voz,
no se puede falsificar una imagen, se siente, al ser hurgada por el otro. Siempre la palabra que atrapa, nos deja con
el pálpito de otra vez la esencia, la fuente, el camino de andar todos, la búsqueda
entre otras rescatando la palabra desde su origen, desde el pensamiento. Somos
imagen de lo que pensamos.
El
final, no existe, es abierto, es releer y reinventar el texto, dando, fe real
de esa otra realidad brotando del hallazgo, en una sola imagen, traspasando
otros universos, contenidos por los reflejos derramados por el espejo de la
misma infancia.
Entre intervalos el embrión se
estrena con lo mágico, palpa el muelle visual, cuando muestra su peregrino tejidos
de la mano amiga en diálogos, entrando la existencia, el ente objeto, mientras
lo sencillo permanezca a través de la imagen sensorial, entonces, el vuelo
hacia lugares interminables dentro de la vasija universal, se hace compartido,
no hay límites, no hay gustos, sólo un atrapar mucho más el lenguaje, su vida,
su pensamiento desde cada rama de un árbol sosteniendo lo humano: la lluvia/ desentierra hasta la máscara / de
sus muros.*
Milagro Haack*
De recados menores
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