4 de julio de 2012

¡Aquí estoy!

 ¡Aquí estoy!


“¡Sea esa palabra nuestra señal de partida
pájaro o espíritu maligno! —le grité presuntuoso.”
Edgar Allan Poe


Nunca sabremos la verdadera historia, sólo nos percatamos de que hay un escape de la furia muy salvaje de un ser humano, el cual no frecuentamos, pero nos llama traidores por tener juicio propio, por algo que no frenaba en nosotros, sólo en sus seguidores. Todo era confuso, nadie sabía nada, sin embargo cuando le convenía pasaba a ser la víctima y luego se vuelve victimario. Por allí caímos, por su noche hasta llegar a saber algo él; era sólo un hombre, que mucha gente creía inmortal. Con mucha sangre mojando sus manos desde el instante donde la mentira se vuelve verdad. Esa, que aún no se descubre, y por supuesto la historia la tallará en algún lejano libro, como el fruto de un préstamo, volviéndose dueño del lado invisible, ese, atrapando entes hacia el pasado, hacia una reencarnación inédita, falsa a la vez del pensamiento del otro ya polvo. Un libro que no se debe dejar de leer sobre todo un miércoles de Ceniza, si lo editan. Muchos pasan o creen pasar al futuro como héroes siendo los grandes destructores de la raza humana.

Me era penoso bostezar, leyendo aquel escrito mental con una notable censura para el pensamiento, cuando te sales de una ínfima línea, romántica, quijotada, como reflejos de un pasado vivido, y cuando te niegas a pertenecer a ese lindero individualista, y no colectivo, variado, social, entonces la humanidad es macuache, sin ofender a los indios, porque Ella, le dio cobijo desde siempre a lo humano. Además, sabía que su deseo era poseer hasta los brazos de los ríos de esa bella dama, creciendo cerca de una piedra del ancho mar. Ese deseo le producía un gigantesco malestar en su propia existencia y con su rigor miliciano comenzó a dañar lo que creía que estaba bajo de él y lo que estaba por encima de él, sin razón alguna, quizás fue por falta de juicio, de equilibrio o visión futura. Se quedó con la espada coronando los soles de las larvas sombras de sus otros óleos, muy distintos a los de Ella. Todo, por todo, hasta cualquier planta o animal que tocaba pecaba por sequía. Muy distinto a la historia del Mesías.

La terrible incógnita, era por qué él deseaba Todo de la Totalidad de su prójimo, incluso su vida. Sin tener la menor idea de qué hacer con su naufragio, nos respiro con su fuego y lo único que no se quemo, fue aquel extraño papel que hablaba: Todo es secundario, mi deseo es que te vayas lejos, te deseo lejos de la belleza y por lo impensado, lejos de la palabra, deseo por Ella que sufras como el peor de algún ficticio traidor suyo. La sangre de mi hijo fue derramada por su verbo, y como madre le atormento con todos los hijos bajo esta misma tierra. “Nunca más”, como dijo el cuervo de Edgar Alan Poe, mientras Ella, ata todas las noches mirando por todas las ventanas, abriendo todos los subsuelos con una mágica puerta, repitiendo ¡Aquí estoy!

Palabras con piel de árbol, aún retumban, cuando se queda aferrado a la silla con marchas de oro, solo, dejando sólo ver, el rostro de aquella bella dama al caer en la firmeza del humano muro que creyó suyo; vaya, su angustia creció mucho más, cuando se multiplicaban los peces por donde –Ella- pasaba, las flores brotaban, los pájaros charlaban con los frutos a punto de caer por maduro, y aún más, al saberse mortal, era él, el que necesitaba de Ella, y no todo lo contrario, en ese segundo, todos vimos, que su madre no era la bella dama.  Era sólo un ilusionista con credos y rosas reclamando Amor como misión de un buen Jeque.

“Nunca más” supe de él, hasta que me dijeron que había muerto años después. No hay semejanzas con la realidad, digo, sólo con esta imagen cercana se vive por otros cielos. El nuestro está bajo las nubes y por encima de la tierra, pisando libre como Ella lo desea por un siempre Amén…Se me olvidaba, nadie le llevó rosas, menos claveles, ni flores silvestres. Eso me contaron, asimismo, que las iglesias todos sus portales, el sólo viento las cerraron. 


 Milagro Haack
de Recados menores 


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